miércoles, 5 de diciembre de 2007

2

Querido lector, si estás leyendo este texto escrito con una tinta reactiva al orín de mi invención capaz de perdurar durante al menos mil años® es que no eres uno de esos malditos meapilas. Bueno, por lo menos no en sentido metafórico. Así que te confiaré algunos mis secretos. Hablaba de preguntas y respuestas.

Fue precisamente en busca de respuestas que con dieciséis años me embarqué en las cruzadas de Dios nuestro señor, así llamadas porque íbamos hasta tierra santa y los musulmanes nos cruzaban la cara a ostias. Y el peor de todo era
Saladino, menudo cabrón. Que nos invitaba a ir a su fortaleza y dejaba encima de la puerta entreabierta un cubo de brea ardiendo, para que se te cayera encima al entrar. Él se partía el pecho a reír mientras pensabas como ibas a explicarle a la parienta las manchas de engrudo, que luego no salen ni con lejía. Hasta que un día que nos estábamos tomando unas cañas, Sir Petardur se fue un momento a ligar con la camarera y le dejó su birra a Saladino. Cuando volvió, se puso a beber y hasta que llegó a la mitad no se dio cuenta de que estaba caliente, no tenía gas y sabía raro. Al verle la cara, el Saladino no se podía tener en pie de la risa. Así que Sir Petardur se cabreó (y con toda la razón, joder) y dijo 'De ésta vas al rey'.

Y al cabo de un par de días ya se presentó allí Ricardo Corazón de León, con la armadura de los domingos y todo, y le dijo a Saladino que 'A ver que cojones pasa, que me ha dicho un pajarito que vas por ahí meando en la cerveza de los demás y la cerveza es sagrada, cago'n dios. Además uno quiere montar una cruzada seria ¿y tú aquí de cachondeo? Pues eso si que no, ostia.' y ahí ya Ricardo cogió dos medias lunas de acero, las enderezó con las manos, hizo una cruz con ellas y se las estampó en la cara. Luego arrancó cuatro arcos de herradura y se los puso a su caballo y arrancó la cúpula de una mezquita, se la puso en la punta del cipote y la usó como preservativo para violar a todo el harén. O por lo menos eso nos contaron.

Y según los historiadores eso fue todo, luego nos cogimos el metro hasta Europa a pasar la resaca. Pero yo se algo más. Yo estaba de guardia cuando por la noche media docena de hombres de Ricardo sacaron de la fortaleza de Saladino un cofre enorme. Luego se lo entregaron a otros seis hombres, que mataron a los primeros diciendo: 'Nada personal, pero no podemos permitir que nadie sepa de ésto.' Luego se lo entregaron a Ricardo, quién a su vez mató a los otros seis y se comió los cuerpos de los doce para ocultar las pruebas. Y luego soltó un eructo terrible. Hasta entonces nadie me había visto, pero como siempre he sido un tipo educado le dije:
'Buen provecho, majestad'
'Puf, gracias, voy a tener una digestión pesada'
'Veo que acabas de recibir un paquete'
'Bah, bueno, sí. Pero no es ninguna reliquia de poder inimaginable relacionada con las fuerzas misteriosas que gobiernan el universo ni nada.'
'Si, claro. ¿Y entonces por qué has matado a doce porteadores y te has comido sus cuerpos, pillín?'
'¡Ja, ja, ja! Vaya me has pillado. Bueno, podría despertar a medio ejército para matarte pero seguramente huirías al desierto, dónde sobrevivirías milagrosamente gracias a la ayuda de algún extraño y gracioso compañero para finalmente volver a Europa bajo una falsa identidad con el objetivo de vengarte por haberte robado tu vida. Así que mejor nos ahorramos esa parte y tú te limitas a cambiar de identidad cuando llegues a Europa para que no te mate, ¿vale?'
Joder con el Ricardito, me jodió la vida pero tengo que reconocer que era un tío práctico y elegante.


Rafael Umbriosa, Todo lo que querías saber pero nunca te habías atrevido a preguntar sobre la vida, el universo y todo en general.